Un cuento más en cuarentena

XIISobrevivencia. 

No tendría que narrar el desenlace brusco que tomó el mundo

para que este sentir angustiante lo reconozca

al unísono la piel de todas ustedes.

Podemos entonces con unos simples versos crear una catarsis colectiva:

mis dedos ansiosos botando en la plumilla lo que no pueden callar más,

y ustedes resignificando las palabras que ya conocen,

encontrando nuestros cuerpos a la distancia.

Me cuesta distinguir cuándo me desconecté del televisor.

No sé si, desesperada por apagar las voces chillonas

de los títeres del noticiero, arranqué el cable de la corriente,

o si mi mente se desconectó por sí sola para librarme del juego del miedo.

Corro a recibir el abrigo del Sol en el único perímetro del patio donde se siente cercano.

Cierro los ojos y en una melodía, pronuncio los nombres de quienes histórica y diariamente me han salvado la vida.

Siento que somos partículas dentro de un único enjambre.
Cuido de las otras figuras para no perder la fuerza que nos hace mover.

Es la esperanza del arte quien me mantiene a flote.

Calma el ardor en el vientre  a causa de las desigualdades,

las violencias, los estómagos vacíos que esperan en la cuarentena.

El Planeta que nos grita ¡despertar! ¡exigir! ¡revolucionar!

Busco burlar el tiempo en el mismo modo que lo hace con nosotras.

Paso las horas a escuchar mi respiración, a descifrar la sincronía

entre el canto de los pájaros y la caída del día.

Me importa sobrevivir, deseo que sobrevivamos; más allá de un tal corona,

de este virus llamado capitalismo, patriarcado, neoliberalismo asesino.

Las horas son tan solo el móvil

donde situar el quehacer colectivo para la supervivencia.

Antes de la emergencia, yo no lo entendía.

De lado de la ventana, en un cartel coloreado se lee «Todo va a estar bien».

Publicado por

Eva María

Escribir. Retratar. Vivir.

Deja un comentario