De esas noches en que no concilio el sueño, porque me pica la lucidez de las palabras.
En este caminar serpenteado y cambiante, aprendo que la vida es un duelo. Estar viva significa reedificar constantemente la memoria del cuerpo: aquellos abrazos y desencuentros que forman el ser anhelante y doliente que albergo.
Este viaje por el dolor se siente como pérdida y nacimiento. Ahora entiendo que no es posible estancarse, porque el amor y la furia son aletas contramarea. Porque soy movimiento.
Vivir es el arte de perderse dentro de una misma para retomar perspectiva. Alejarse del ruido del mundo y arrullarse la piel, hasta que la voz encuentre el camino llano para salir; Firme, desquebrajada, enfurecida. Como quiera venir.
En realidad, encontrarme a mí misma no es un destino final. Me voy encontrado mientras transito el dolor, en dirección hacia condiciones más dignas de ser vividas.
Vivir es doler.